Ayer la marmota de Pensilvania cumplió, tal y como se esperaba de ella, una vez más, un año más, con el ritual de su reaparición estelar en la que anuncia al hemisferio norte, cuando y como va a ser la primavera. Parece ser que baticinó que en apenas unas semanas va a efectuar su entrada triunfal.
Y con ella, volveremos a deleitar nuestros ojos, con los colores que nos trae, la que para muchos es la estación ideal. Colores verde claro con el que se asoman las hojas de los árboles, claridad, sol, en definitiva y aunque sepa a retórica, vuelve la vida. Las interminables noches de invierno, con sus frises y oscuros, que a más de uno nos tiene aletargados, como a la marmota de Pensilvania, van a ir pasando a un segundo plano en beneficio de jornadas con luz solar cada vez más largos hasta nuevamente llegar al equinocio de verano, pero eso ya será otra historia.
¿Que pasarán con nuestras vestimentas?, pues que mayormente se transformarán en coloridas, atrevidas, llamativas, que servirán para deleite de nuestros ojos y sentidos.
Y como adelanto de todo ello, tenemos a la voz de ya, los carnavales, la fiesta pagana, donde el misterio se mezcla con la fantasía y la festividad.
Me declaro amante incondicional de todo lo que conlleva el buen tiempo, y lo siento por los que comenzarán con su añoranza del malo, pero ya se sabe, unas veces encima y otras debajo.
Por la parte que nos toca, en los próximos días, presentaremos nuestra contribución al escenario primaveral que se avecina, esperando sea de su gusto y agrado.
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